Las recientes precipitaciones y consiguientes inundaciones en el estado de Rio Grande do Sul, Brasil, han dejado un saldo desgarrador: 31 personas han perdido la vida y 74 aún permanecen desaparecidas, según el último informe de la Defensa Civil estatal divulgado este viernes.
La magnitud del desastre ha llevado al gobierno local a declarar estado de calamidad en áreas donde más de 71 mil residentes se encuentran afectados en 154 municipios. Más de 10 mil personas han sido desplazadas de sus hogares y aproximadamente 4 mil 500 se refugian temporalmente en albergues, indicó la defensa civil.
La situación de las represas, no diseñadas para soportar semejante volumen de agua, es seguida de cerca por las autoridades, aunque aseguran que no existe un peligro inminente de ruptura.
El gobernador de Rio Grande do Sul, Eduardo Leite, se reunió con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para abordar la crisis y coordinar esfuerzos. Durante este encuentro, Leite describió la situación como “un desastre sin precedentes”.
“Si bien los daños materiales son enormes, nuestra prioridad en este momento es el rescate. Aún hay personas esperando ser auxiliadas”, afirmó Leite, según otro comunicado gubernamental.
Las impactantes imágenes de las inundaciones muestran aguas turbias alcanzando los techos en algunas áreas, mientras los equipos de rescate trabajan incansablemente con balsas inflables para rescatar a sobrevivientes, incluidas mascotas.
El gobierno estatal ha instado a la población a mantenerse alerta ante las advertencias meteorológicas enviadas por mensajes de texto o WhatsApp.
Rio Grande do Sul ha sufrido un aumento notable en la frecuencia de eventos meteorológicos extremos en los últimos años. En septiembre, más de 30 personas perdieron la vida en el estado debido a fuertes lluvias.
La crisis climática, atribuida en gran medida a la actividad humana, está exacerbando la intensidad y frecuencia de estos eventos en todo el mundo.
Recientemente, lluvias récord han causado estragos mortales en Dubái, mientras que el sudeste asiático enfrenta sequías severas que están secando embalses y provocando olas de calor. En Kenia, las inundaciones y fuertes lluvias han cobrado la vida de casi 200 personas.
El año pasado fue el más cálido registrado, con temperaturas que superaron las predicciones y un aumento de 1,2 grados Celsius respecto a la época preindustrial.
Según la ONU, el aumento de las temperaturas globales ha incrementado la proporción de huracanes de alta intensidad y ha prolongado las olas de calor. Además, se ha observado una tendencia a que las tormentas se estanquen, generando lluvias devastadoras que persisten por más tiempo después de tocar tierra.
